Lo que voy a contar, no es nada fácil;
pero debo expresarlo. Lo hago porque creo que no sólo puede ayudarme a mí; sino
también a vosotros/as, que estáis leyendo las palabras que aquí he escrito.
Un mal día, porque ese día no fue
bueno, comencé a notar cosas raras en mi cuerpo. La primera de ellas fue el vello; me empezó a salir por la barriga y los glúteos. Yo era una niña que
pasaba de todo, por lo que hice caso omiso a este aviso parpadeante que me
estaba dando mi cuerpo; hasta que llegó un aviso de luz roja, que ya no
parpadeaba, era constante; todo se complicó. Una mañana, al levantarme e ir a
asearme, note y pude ver, como en la mi parte más íntima, en la vagina y más
concretamente en el clítoris (parte de nuestro aparato reproductor que todas
las mujeres tenemos), me salía algo parecido a un pene.
La expresión de mi cara cambió por
completo, pero no estaba asustada. Mi primera reacción fue llamar a mi abuela
para enseñárselo. Sin pensárselo dos veces, mi abuela me llevó al Hospital Clínico
Universitario Virgen de la Arrixaca, concretamente al área de “Urgencias
Maternal”. Allí me dijeron que no tenía que preocuparme, ya que lo que estaba
sucediendo en mi cuerpo era algo “normal”. Mi abuela, muy sabía, no para de
pensar en ello, porque veía que en mi cuerpo estaba ocurriendo algo extraño.
Durante un año, esta preocupación dejó
de existir; parecía que mi familia y yo nos hubiésemos olvidado de ello. Así
pues, ocurrió algo inesperado: las cosas comenzaron a complicarse, porque el vello aumento de un modo considerable y lo que ocurría en mi vagina no entraba
dentro de los parámetros.
En ese momento, mi madre decidió
llevarme de nuevo al médico; concretamente al Centro de Salud del Barrio de San
Andrés. Debía verme el especialista en endocrinología. Dichas especialistas me
observaron con detenimiento, ¡sus caras eran un poema! Al ver sus caras,
presentía que algo no iba bien. Seguidamente, las doctoras me extrajeron sangre
para observar el funcionamiento de mis hormonas (testosterona, etc.).
Días después, viaje hasta Portugal
para quedarme un tiempo con una de mis tías. Una mañana, recibí la llamada
telefónica de mi madre que me pedía que volviese de forma urgente a España. Esa
llamada cambió el estado de ánimo de toda mi familia, la tristeza inundó nuestra
casa, pero yo desconocía el motivo.
Esa misma noche, con la mayor
celeridad posible, viajé hacia España e hicimos noche en mi casa. Al día
siguiente, fuimos al Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca para
informar a mi doctora que había vuelto de mi país. Pasados unos días, el móvil
de mi madre sonó; la llamada era del Centro de Salud del Barrio de San Andrés
en Murcia. La doctora M. con la mayor
generosidad y sinceridad, me aportó toda la información y el motivo de mi
visita. La doctora me comentó que el nivel de mis hormonas era muy alto, ¡por
las nubes! y que tenía más hormonas de hombre que de mujer, de ahí el abundante
vello en varias zonas de mi cuerpo, como barriga y glúteos.
Otro motivo de los cambios que había o
estaba sufriendo mi cuerpo se debía al alto nivel de testosterona. Me lo
explicó con claridad, diciéndome que mi testosterona la tenía como la de un
hombre, y no como la de una mujer. En aquel momento, la doctora desconocía el
por qué estos niveles estaban tan alterados; por ello, debían realizar un
seguimiento exhaustivo de mi situación médica y hacerme pruebas para saber el
motivo.
A partir de ese momento, el móvil de
mi madre no paraba de sonar. Sin descanso, fui conociendo a doctores/as y
nuevas pruebas; pero lo que más me gustó fue que todos/as los/as especialistas
que formaban parte del equipo médico eran muy majos, simpáticos y cariñosos.
Algunas pruebas eran muy complicadas y
molestas; por ejemplo, el TAC. Me hicieron dos TACs (uno normal y otro con
contraste). En esta prueba me inyectaron líquido por la vena y descubrieron que
tenía un tumor; aunque desconocían su ubicación.
La segunda prueba se llama resonancia
magnética. Ésta consiste en inyectar en las venas un líquido llamado contraste
y estar en reposo durante una hora, para posteriormente meterte en la máquina
de un tamaño considerable.
La tercera prueba fue un cateterismo,
que consiste en meterte a quirófano, dormirte y abrirte desde la ingle, para
que puedan meter unos largos tubos en el cuerpo. ¡Ahh¡ no lo recordaba, también
me sacaron sangre.
La cuarta prueba fue horrible, fue una de las
más fuertes que pudieron realizarme. Normalmente, esta prueba solamente se las realizaba
a personas mayores de edad. En realidad, los doctores no querían realizármela;
pero finalmente mi situación demandaba hacer esa prueba. En esta ocasión,
también me inyectaron el líquido llamado contraste y me realizaron análisis de
forma continuada.
Esta última prueba consiguió sacar a
la luz la ubicación del tumor que estaba alterando mi cuerpo; concretamente
estaba situado encima del riñón, en la suprarrenal derecha.
Inmediatamente después de saberlo,
llamaron a mi madre para comunicarle la fecha en la que me iban a operar (14 de
noviembre de 2016). Mi intuición me decía que este maldito sueño no iba a
terminar dicho día, por delante ¡me quedaba aún mucha lucha!
Dos meses después de mi recuperación,
me volvieron a llamar del área de Ginecología del Hospital Clínico
Universitario Virgen de la Arrixaca, para verme de nuevo. Al día siguiente y
tras llegar al hospital citado anteriormente, la doctora L.N., sorprendida y
feliz de verme, me comentó la fecha de mi segunda operación y me presentó al
doctor que me iba a operar. El doctor, muy amable, me explico con detenimiento
en qué consistía la operación y la fecha de la misma; sería para el verano.
Posteriormente, se aplazó el lunes, 16 de octubre de 2017 La segunda operación
salió de guinda; pero dos días después la situación se complicó y a finales de
esa semana (sábado, 21 de octubre de 2017), me volvieron a meter a quirófano.
De esta última operación no salí como
hubiese deseado, porque no conseguía abrir mis ojos; sólo podía escuchar y
sentir el tacto. Estaba tan dolorida, que se me saltaban las lágrimas. Al verme
llorar, las enfermeras me dieron dos calmantes; pero ni con esas el dolor
remitió. Después de varias horas, el dolor seguía en mi cuerpo, por lo que las
enfermeras llamaron a la anestesista. Con mucha celeridad, vino a mi habitación
y me preguntó: “¿te han dado algún calmante?”; yo le contesté que sí. En ese
mismo momento, las enfermeras le contestaron que me habían facilitado dos calmantes.
La anestesista decidió darme morfina (un medicamento muy fuerte). Tras ello, me
subieron a la habitación 107 de Cirugía Infantil.
Una vez en planta, la doctora observó
que mis ojos lloraban y que no los podía abrir; además, tenía fiebre. Llamaron
al anestesista para informarle de mi
estado, y éste les dijo que me administrasen un calmante para poder
descansar por la noche.
A la mañana siguiente, me desperté en
mejor estado. Paulatinamente y con el paso de los días, mejoré de forma
considerable; tanto, que me dieron el alta.
Por último, quiero transmitir mis
agradecimientos a todos/as los/as médicos/as que lograron dar solución a mi
problema médico. Deciros que mi caso fue uno de los primeros que hubo en el
Hospital Clínico Virgen de la Arrixaca. Fueron meses, semanas, días y horas en
los que el desánimo, la desesperación, la baja autoestima, entre otras muchas
cosas, me hacían pensar; pero al final, con paciencia, fe, ánimo, apoyo,
diversión, fuerza…, y sobre todo con muchas ganas de luchar, todo resultó fue
un gran éxito y valió la pena.
Todo eso y más, soy yo, ¡Erica!
ERICA (15 AÑOS)
Hospital Infantil -Virgen de la Arrixaca
Murcia